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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Documento


XXX Domingo de T.O.

23 de octubre de 2020

 

«Maestro, ¿cuál es el mandamiento  principal de la ley?».

Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.


Este mandamiento es el principal y primero.


El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

 

Salmo responsorial:
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza

Comentario a la Palabra

Dios es el valedor y el fiador de los que nada tienen

Se suele decir que alguien es un indigente, un desheredado, cuando una persona que vive en una situación vital de extrema precariedad y vulnerabilidad, por los motivos que sean, depende para su supervivencia de la ayuda y el socorro de los demás. Se trata de personas necesitadas, vulnerables, y que, por lo mismo, están expuestas a peligros que pueden poner en riesgo su dignidad personal. Está situación es más frecuente en sociedades en las que las distancias entre grupos sociales y las diferencias económicas están acentuadas. La indigencia, con frecuencia, es el resultado de injusticias sociales, organizativas, económicas y culturales. Los ejemplos abundan por toda parte.

El pueblo de Israel, el pueblo de la Alianza, no fue una excepción. Lo que hacía distinto este pueblo a los de su entorno era la peculiaridad de su visión de Dios, de su creencia religiosa. En Egipto todos los israelitas compartían algo determinante: la esclavitud. Ya en el camino hacia la libertad, en el desierto, en el Éxodo, aparecieron las primeras divisiones y fracturas sociales que pusieron en peligro la marcha hacia la libertad. La decidida acción de Moisés lo evitó generando un vínculo entre todos ellos. Dios, Él y solo Él, los había liberado de la esclavitud ignominiosa y les había concedido la libertad porque, habiendo llegado hasta Él los lamentos de la gente, obró de forma compasiva y misericordiosa. Fue su amor lo que le impulsó a liberar de la esclavitud al pueblo.

La palabra de Dios es para ser acogida

La Alianza entre Dios y el pueblo nació desde una situación de indigencia, de necesidad, por parte del pueblo. En la Alianza Dios se hará presente, sobre todo, por medio de su Palabra, una palabra que no quiere que vuelva a Él vacía, sino transformada en hechos y obras buenas: como bondad fue el paso de la esclavitud a la libertad, como bondad es el paso de las tinieblas a la luz, como bondad es el paso del pecado a la gracia, como bondad es pasar de la muerte a la vida.

Y por encima de todo, amarás

Los cristianos, a diferencia de otras formas de pensar y sentir, creemos firmemente que el Dios revelado en Jesús no es un Dios indiferente, ni impasible, ni lejano, siempre de viaje en lejanas galaxias. Nuestro Dios está siempre en movimiento junto a nosotros porque desde el principio de la Historia ha acompañado y sigue acompañando a esta humanidad que sigue peregrinando entre luces y sombras en busca de su verdadera identidad, de su plena dignidad, de su completa humanidad, de su plenitud de existencia… de su autenticidad de ser.

San Mateo sitúa el relato evangélico de la obligación del amor a Dios y al prójimo en el Templo de Jerusalén, en el lugar religioso más sublime y santo para un judío del tiempo de Jesús. Era el lugar del sacrificio, del perdón, del encuentro, la morada que Dios se había elegido, el santuario por excelencia, allí estaba el verdadero sagrario, allí se conservaba, en el lugar más sagrado y santo, el código de la Alianza, el pacto entre Dios y el pueblo. Fue en el Templo donde Jesús declaró que el amor es el principio y fundamento de la verdadera religión. Sin amor la ley y los preceptos se vuelven tiranía, sin amor nada seríamos, es decir, no seríamos humanos, sin amor todo se vuelve oscuro, estéril, vacío. El amor a Dios que no sea al mismo tiempo amor al prójimo es un fraude, un engaño, una mentira.

 
Fr. Manuel Jesús Romero Blanco O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid )

www.dominicos.org/predicacion

“Fray Ejemplo”

Decían los antiguos y nos lo recordaron nuestros abuelos que no hay mejor predicador que fray Ejemplo. Lo que se ha preguntado a sí misma la Madre Teresa de Calcuta y lo que respondía era lo que hacía, lo que realizaba, lo que vivía.

“¿Cuál es el misterio más grande? La muerte. ¿Cuál el peor defecto? El mal humor. ¿¿Cuál es la persona más peligrosa? La mentirosa. ¿Cuál es el sentimiento más ruin? El rencor. ¿¿Cuál es el regalo más bello? El perdón”

Vemos que no son preguntas trascendentales. Son preguntas que responden a la realidad de cada día

“¿Qué es lo más imprescindible? El hogar. ¿Cuál es el camino más rápido? El camino recto. ¿Cuál es el resguardo más eficaz? El optimismo. ¿Cuál es la mayor satisfacción? El deber cumplido”

Los hechos deben responder a las palabras. El corazón debe respaldar palabras y hechos. Para que todo sea verdad, para que no haya contradicción alguna.

“¿Cuál es la fuerza más potente del mundo? La fe. ¿Quiénes son las personas más necesarias? Los padres. ¿Cuál es la cosa más bella de todas? El amor”

Sus preguntas no podrían terminar de otra manera. La cosa más bella de todas es el amor. Y Madre Teresa reflexionaba y afirmaba: “Voy a pasar por la vida una sola vez. Por eso cualquier cosa buena que yo pueda hacer, o alguna amabilidad que pueda hacerle a algún humano, debo hacerla ahora…Porque no pasaré de nuevo por aquí”. No dejar nada por hacer; haciendo camino siempre, sin cesar, hacia delante. Sencillamente así, sin esperar más recompensa que la vida y el amor que la mueve. Preguntas y respuesta todas estas que podemos ir haciendo nuestras. 

Al hilo de esta reflexión, recordamos la necesidad de leer la encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti, que incide de manera especial en que todos los que nos rodean son nuestros hermanos, y, siguiendo los mandamientos que hoy explica Jesús en el evangelio, debemos amarlos como a nosotros mismos.

Recordamos que la podemos encontrar aquí:

http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html