ir a portada

Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Niño de Atocha

niño de atocha peque

La devoción al Santo Niño de Atocha tal y como se conoce hoy, en realidad nació en América, en México. En Plateros, una pequeña aldea cercana a las minas de Fresnillo, se construyó una iglesia en honor a Santo Cristo de los Plateros, un crucifijo milagroso, comenzando la construcción a fines de la década de 1690. Hasta allí los españoles llevaron la devoción a la Virgen de Atocha, colocando en un altar de la iglesia de Plateros una hermosa imagen española de Nuestra Señora y su Niño Divino. La imagen desapareció y pronto esculpieron unas nuevas que se podían separar. El Niño pronto adquirió fama milagros, se veneraba solo y su devoción se extendió por toda América Latina y Filipinas.

El Niño aparece vestido de peregrino con la "concha de Santiago" y sostiene una cesta con alimentos. Se representa así por una leyenda que se remonta al Madrid medieval bajo la ocupación musulmana. Esa leyenda cuenta que en Atocha, muchos cristianos estaban en prisión debido a la fe que profesaban. Como los carceleros no alimentaban a los prisioneros, las familias les traían los alimentos. En una época, el califa emitió una orden que consistía en que nadie excepto niños de doce años o menores podía traer alimentos a los prisioneros. Aquellos que tenían niños jóvenes podían mantener con vida a sus familiares, ¿pero qué les sucedería a los demás? Las mujeres del pueblo suplicaban a Nuestra Señora, pidiéndole que las ayudara a encontrar una forma de alimentar a sus maridos, hijos y hermanos. Al poco tiempo, los niños volvieron a sus hogares con una historia extraña. Un joven niño visitaba y alimentaba a los prisioneros que no tenían niños jóvenes que los alimenten. Ninguno de los niños sabía quién era, pero la pequeña vasija de agua que llevaba nunca estaba vacía, y la canasta siempre estaba llena de pan para alimentar a todos los desafortunados prisioneros que no tenían niños propios que les trajeran alimentos. Llegaba de noche, pasando al lado de los guardias que dormían o sonriendo amablemente a los que estaban despiertos. Aquellos que habían pedido un milagro a la Virgen de Atocha comenzaban a sospechar acerca de la identidad del pequeño niño. Como una manera de confirmarlo, los zapatos de la estatua del niño Jesús estaban gastados. Cuando los reemplazaron por unos nuevos, esos también estaban gastados.

En la Basílica de Atocha siempre hubo una imagen de un Niño Jesús, porque los dominicos promovían en sus iglesias la devoción al  Santo Nombre de Jesús. La imagen se perdió y solo en la segunda mitad del siglo XX volvió a colocarse una imagen del Niño Jesús, pero esta vez un Santo Niño de Atocha. De esta manera se unen dos continentes a través de una sola devoción al Niño que hoy recibe a quienes acuden al templo de Atocha, situado al fondo de la iglesia, en una nave lateral.