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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Documento


Santísima Trinidad 2023

3 de junio de 2023

 

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. 

SALMO RESPONSORIAL: 

A TI GLORIA Y ALABANZA POR LOS SIGLOS 

 

Comentario a la Palabra

Toda nuestra vida es una búsqueda de la verdad. Queremos conocer la verdad de las cosas que nos rodean, la verdad de las personas, nuestra propia verdad, pero sobre todo hay en el corazón humano una sed por conocer la Verdad más importante, a Dios como Verdad, principio y fin de toda Verdad. San Agustín expresaba esta sed con las siguientes palabras bien conocidas: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti» (Confesiones I, 1,1). 

Podemos reseñar aquí brevemente tres formas distintas de conocer: 

La primera forma de conocer la realidad consiste en dominarla. Conocemos algo en la medida en que lo dominamos o ejercemos una influencia sobre ello. Este modo de conocimiento, que puede ser muy positivo en el ámbito de las ciencias experimentales, es desastroso en el ámbito de las relaciones personales. No es difícil sucumbir a la tentación de relacionarnos con los otros ejerciendo sobre ellos una influencia o dominio, pretendiendo que sean como nosotros queremos o que piensen de acuerdo con nuestras ideas, imponiendo nuestro modo de entender la vida, nuestro modo de entender el bien y el mal, la felicidad, la diversión,… A veces esto se proyecta también en nuestra relación con Dios, intentando dominarlo, ponerlo de nuestra parte, en lugar de ponernos en sus manos incondicionalmente con confianza. 

Otro modo de conocer es tratar lo conocido de forma indiferente, sin que afecte en nada a nuestra vida. Tampoco este modelo es el que debe regir nuestras relaciones interpersonales ni nuestra relación con Dios. Sin embargo, tampoco este modo de proceder nos es ajeno, sobre todo cuando hacemos que Dios pase a un segundo plano o somos indiferentes a su presencia. Esto parece echar por tierra toda una historia en la que Dios mismo se ha esforzado por salir a nuestro encuentro y darse a conocer en una relación auténtica marcada por el amor, en la que el único objetivo es compartir con nosotros su felicidad. 

Finalmente, un tercer modo de conocer consiste en poner en juego todas nuestras facultades, todo lo que somos, nuestro corazón; cosiste en entrar en relación con la realidad dejándose afectar y transformar por ella. En el mundo de las relaciones personales, familiares y sociales, este es el modo de conocimiento propio de una persona madura, que sin duda ha pasado por otras etapas, pero que ha logrado superarlas, aunque todavía le quede mucho camino por recorrer. Este es el modo auténtico por el que llegamos a conocer un poco la Verdad de Dios; este es el único camino para establecer con él una relación profunda y verdadera. Pascal decía que «para conocer a una persona es necesario comprenderla, y para comprender a Dios, es necesario amarlo». Toda la existencia terrena de Jesús trata de quitar los obstáculos que nos apartan de Dios para restablecer con él la comunicación rota. Toda su vida es una revelación de Dios, especialmente su encarnación, muerte y resurrección. En ella se nos revela el misterio trinitario, misterio que trata de entablar con cada ser humano una relación personal, amorosa, y de convertir a la humanidad entera en una comunidad de amor, en una familia donde reine el amor, la armonía y la paz. 

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo está en el origen de nuestras vidas, es él quien las sostiene y su meta definitiva. No es indiferente, ni accidental ni superfluo saber que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino que en la Trinidad encontramos un verdadero modelo de vida y de conocimiento de la realidad. 

En Jesucristo, Dios se muestra como «una comunidad» de amor en la que hay un gran respeto de las diferencias. Así es el amor verdadero: respetuoso. El Padre no es el Hijo y el Espíritu, pero tampoco pretende suplantarlos. El Hijo no es el Padre ni el Espíritu, pero también respeta la alteridad que se da el seno mismo de la Trinidad. Lo mismo hace el Espíritu Santo. Algo semejante sucede en sus relaciones con nosotros: la Trinidad nos respeta porque nos ama; Dios no nos suprime, no nos sustituye, no nos suplanta, no nos impone su voluntad o su ley por la fuerza, sino que nos deja libres; hacerse amar por la fuerza no tendría sentido. Y si nuestras decisiones nos llevan al fracaso, nos tiende la mano para volver sobre nuestros pasos y retomar el camino de la vida. 

La primera lectura de este domingo nos sitúa en un contexto en el que el pueblo elegido por Dios se había rebelado contra él porque no soportaba no poder verle con los ojos físicos. La fabricación del becerro de oro le daba al pueblo una especie de dominio sobre Dios. La primera vez que Moisés se había encontrado con Dios fue ante la zarza ardiente conoció la preocupación del Señor por su pueblo. Pero, después de este pecado de idolatría, ¿cómo era Dios?, ¿cómo reacciona ante la infidelidad humana? Y Moisés tuvo el atrevimiento de pedirle que le mostrara su gloria. Dios accedió en parte a esta petición y pasó ante él diciendo: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». Estas palabras son como la carta de presentación del mismo Dios. En ella resalta su compasión, misericordia, clemencia y lealtad. 

En la segunda lectura san Pablo habla del Señor como un «Dios de amor y de paz». Su presencia se hará palpable en quienes tienen y mismo sentir y se esfuerzan por ser artesanos de la paz. Quienes viven según los valores del Evangelio sintonizan con el misterio de Dios; conocen a Dios por una cierta connaturalidad con él. 

El pasaje evangélico de este domingo recoge una de las afirmaciones que más ha ayudado a difundir el significado del amor en la historia del cristianismo: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». Para salvarnos, Dios nos ha dado lo más querido. De este modo nos ha mostrado la grandeza de su amor. Por el Antiguo Testamento ya sabíamos que Dios ama al mundo. Pero el Nuevo Testamento nos revela la grandeza de este amor. Si Cristo no hubiera muerto por nosotros podríamos conocer que Dios nos ama, pero no hasta qué punto. Muchos cristianos han encontrado en estas palabras la paz del corazón. 

Creer en Jesús en adherirse a él, apegarse a su persona, confiar en él. 

La salvación consiste en vivir en paz con Dios, con uno mismo y con los demás; es decir, vivir como hijos de Dios y como hermanos de los otros. 

La vida eterna es más que la vida biológica; nos remite a otra dimensión de la vida; es la vida del Espíritu Santo en nosotros. Tener vida eterna es compartir la vida íntima de Dios. 

Que toda nuestra vida esté impulsada por el deseo de conocer y amar cada día más este Dios Trinidad, así como por el firme propósito de imitarlo en la medida de nuestras posibilidades. 

Fr. Manuel Ángel Martínez Juan OP

Convento de San Esteban (Salamanca) 

www.dominicos.org/predicacion

 

Restauración del Camarín de Nuestra Señora de Atocha

El pasado domingo 28, tras la fiesta de la rosa, se inauguraba la reforma que se ha realizado en el Camarín de Nuestra Señora de Atocha, obra sufragada por la Real Archicofradía del Rosario de Nuestra Señora de Atocha para dignificar este entorno tan deteriorado. 

La actuación ha contemplado aquellos elementos del camarín que no fueron restaurados en 2018, cuando se adecuó este espacio para la apertura a los fieles, como son la mesa de altar y las peanas, incluyendo la limpieza de la base del altar de Ntra. Sra. de Atocha, mejoras estéticas y de la iluminación o la reparación del muro entre el camarín y la capilla de la comunidad. 

Entre los elementos que se han dignificado destaca la mesa de altar que estaba pintada con pintura plástica en dos matices de color gris, con perfiles pintados con purpurina. Los ángulos y aristas de la mesa de mampostería se encuentran mellados, y con algunas faltas de material. Como intervención se ha propuesto realizar un marmolizado en todos los paneles de la mesa, que eran de color gris, con el fin de embellecerla e integrarla más en el espacio donde está ubicada. Además, el acceso al camarín de la imagen de la Virgen se hace por el reverso, subiéndose a la mesa de altar y al ser de escayola ha sufrido múltiples deterioros. Por ello se ha reforzado mediante la colocación de una pieza de mármol. 

El altar y peanas son la base arquitectónica que acoge a la Virgen. En el caso de la peana superior es de escayola y está policromada en tonos grises y dorados, presentaba multitud de faltas de material fruto de pequeños golpes. La peana inferior, más ancha, presenta una falta considerable en la zona delantera, en la moldura dorada del lado izquierdo, así como una importante capa de suciedad. 

Respecto a las mejoras estéticas propuestas, destaca el dorado de los tres arcos interiores del camarín, que en este momento están pintados con el color de fondo. El planteamiento fue realizarlo con lámina metálica de oro falso por la resistencia al roce que tiene la lámina. 

La obra ha tenido un coste, hasta el momento, de 8.500€. Este fin de semana, primero de mes, se podrá subir al Camarín tras las Eucaristías y allí se podrán ver unos paneles informativos de la reforma y las distintas formas de colaborar. Muchas gracias.