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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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III Domingo TO 2024

19 de enero de 2024

 

Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» 

SALMO RESPONSORIAL: 

SEÑOR, ENSÉÑAME TUS CAMINOS 

 

Comentario a la Palabra

Se ha cumplido el tiempo de las promesas. ¡El Reino de Dios está aquí! Convertíos y creed en el Evangelio. Son las palabras con las que Jesús inaugura su ministerio público. Él quiere revelar al mundo la presencia del Reino de Dios, la cual llama a la conversión y a la fe en la Buena Nueva. 

Para Jesús es apremiante que todos conozcan y reconozcan en él el Evangelio de Dios, la Buena Nueva del Reino de la que él es la manifestación visible y palpable. Para ello comienza su misión escogiendo e invitando a cuatro de sus primeros colaboradores para asegurar la continuidad de su misión: Simón y Andrés, por un lado, que, «inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mc 1,18); y Santiago y Juan, por otro lado, que también «dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, se marcharon en pos de él (v 20)», asociándose a su proyecto de «pescar hombres» para el Reino de Dios. 

Efectivamente, participar en el proyecto de Jesús, aceptar su llamada, conlleva ciertas exigencias: requiere, por un lado, ponerse en camino y marchar en pos del Maestro; por otro lado, supone aceptar las exigencias correlativas a este seguimiento: desprenderse de todo: redes, casa, familia, … en definitiva, requiere dejarlo todo para recibirlo todo de Él. 

En cierto modo, esa es la misma invitación que el apóstol Pablo hace a los cristianos de Corinto: «el momento es apremiante, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran...» (1Co 7,29-30). 

Con esto Pablo no pretende, evidentemente, despreciar el matrimonio...; no nos invita a dejar a nuestras esposas o esposos, a renunciar a mantener lazos sociales o a eludir nuestras responsabilidades porque el reino de Dios está cerca. El apóstol nos advierte de la tentación de absolutizar las realidades terrenas, que son pasajeras. En lugar de ello, propone a vivir a la luz del Señor Resucitado: «Habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba» (Col 3,1). 

Cualquiera que sea nuestra situación en la vida, y cualquiera que sea nuestra responsabilidad en la sociedad, vivir como cristianos es vivir con la mirada fija en Jesús, en quien se nos ha acercado el Reino de Dios. 

La invitación a la conversión de la primera lectura (cf. Jon 3,1-5.10) y del Evangelio de este domingo no consiste en otra cosa que, en conformar nuestras realidades cotidianas, toda nuestra vida, al Reino de Dios inaugurado por Cristo, cuyos valores son la justicia, el amor, la paz, la verdad, la solidaridad, etc. 

En el mundo actual, cada vez más egoísta, más dividido y polarizado... Jesús se dirige a cada uno de nosotros y nos interpela: ¡Necesito pescadores de hombres! Simón y Andrés, Santiago y Juan «inmediatamente dejaron las redes y ... a su padre en la barca... y lo siguieron», en sus recorridos por Palestina anunciando la Buena Nueva del Reino. 

Y tú, ¿Cuál es tu respuesta a la invitación de Jesús?, ¿Das testimonio con tus palabras y acciones de la realidad del Reinado de Dios? 

 

Fr. Jesús Nguema Ndong Bindang, OP

Convento del Santo Nombre de Jesús (Lyon) 

www.dominicos.org/predicacion 

 

 

El Porqué de nuestra alegría 

La fuente de nuestra alegría es más bien secreta y misteriosa. No viene, desde luego, de este mundo. El cristiano se goza más en el servicio que en el poder, más en la austeridad que en el confort, más en el anonimato que en el éxito. 

No es una alegría que tenga relación directa con el placer o la co-modidad o la fortuna. Tampoco es cuestión de temperamento o de receta psicológica o de terapia vitalista. 

Está es las antípodas de la diversión prefabricada o del fármaco hedonista o de las euforias del alcohol. 

 

 

La alegría cristiana viene del Señor. Es un don o fruto del Espíritu 

El cristiano se alegra: 

1. Porque se siente inmensamente amado. 

2. Porque ha dado sentido a su vida, que no es otro que el amor. 

3. Porque nunca se siente solo. Vive siempre el gozo de la co-munión, tanto hacia dentro íntima comunión divina como hacia fuera gozosa comunión con los hermanos. 

4. Porque ya no teme nada. Sabe que está en buenas manos, y se siente enteramente y constantemente protegido. 

5. Porque asegura el cumplimiento de su esperanza. Sabe de quién se fía. 

6. Porque se siente salvado. Posee ya las arras del Espíritu. 

7. Porque convierte su trabajo en vocación. 

8. Porque puede iluminar sus realidades oscuras, como el sufri-miento, la limitación y el fracaso. Todo lo relativiza, con gran sentido del humor. 

9. Porque está seguro que nada, ni sus pecados, la apartaran del Absoluto. 

10. Porque gracias a Cristo, incluso la muerte se le convierte en Pascua. Es por eso el hombre de la mayor esperanza. 

 

 

Salmo 119 (118) 

Lámpara es tu palabra para mis pasos;

luz en mi sendero;

lo juro y lo cumpliré:

guardaré tus justos mandamientos;

¡estoy tan afligido!

Señor, dame vida según tu promesa. 

 

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,

enséñame tus mandatos;

mi vida está siempre en peligro,

pero no olvido tu voluntad;

los malvados me tendieron un lazo,

pero no me desvié de tus decretos. 

 

Tus preceptos son mi herencia perpetua,

la alegría de mi corazón;

inclino mi corazón a cumplir tus leyes,

siempre y cabalmente.