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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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Bautismo del Señor

9 de enero de 2021

 

“Juan proclamaba:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Se oyó una voz desde los cielos:
«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»”

Salmo responsorial:
El Señor bendice a su pueblo con la paz

Comentario a la Palabra

El bautismo de Jesús en los evangelios

En el cuarto evangelio encontramos esas palabras de Jesús que, dirigiéndose al Padre en oración, le dice: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo». En el fondo, todas las páginas del evangelio que leemos cada día en la Eucaristía tratan de ayudarnos a profundizar en este conocimiento que nos da vida eterna. El bautismo de Jesús por Juan a orillas del Jordán no sólo representa el comienzo de su aparición en público, sino que constituye, además, una verdadera revelación de su misterio. La tradición ha conservado tres relatos de este episodio (Mc 1, 9-11; Mt 3, 13-17; Lc 3, 21-22) junto con una alusión directa (Jn 1, 32-34) y otra indirecta (Hch 10, 38a.). Los estudiosos de la Escritura sitúan este episodio en torno al año 28 d. C., cuando Jesús -como señala Lucas en su evangelio- tenía alrededor de treinta años. En los relatos evangélicos podemos distinguir el hecho del bautismo y la teofanía que le acompaña.

Enseñanzas de los Padres de la Iglesia

Los Padres de la Iglesia entendían que con el bautismo de Jesús no sólo se inauguraba su obra redentora que acabaría en la Pascua, sino que toda la redención ya estaba contenida en este acontecimiento que el misterio pascual realizará explicitándolo. Pues, tanto en el bautismo como en Pascua encontramos el mismo descenso a las aguas del sufrimiento, o la misma inmersión en las tinieblas de la muerte, la misma iluminación de esas tinieblas y la misma victoria sobre los poderes demoníacos y la misma exaltación de Jesús como «Hijo» y «Señor». Estamos, pues, en el corazón mismo del misterio de Cristo, caracterizado por una kénosis y exaltación que arrastra tras de sí a toda la humanidad y la hace volver al Padre. Cuando Jesús se sumerge en las aguas del Jordán, es toda la humanidad, el viejo Adán, quien queda sepultado en esas aguas; y cuando sale de las aguas y recibe la unción del Espíritu acompañada de la voz del Padre, es toda la humanidad la que renace a la vida divina en el Espíritu y recupera la amistad perdida. Los Padres de la Iglesia nos dicen que si Jesús entra en el Jordán no es para ser purificado por sus aguas, sino para hacerlas purificadoras y santificadoras. El bautismo de Jesús es interpretado también como un misterio nupcial, es decir, la Iglesia es purificada por las aguas y se une a Cristo, su Esposo.

El bautismo cristiano

Así como celebrando la Pascua judía en la Última Cena Jesús instituye la Pascua nueva, del mismo modo, dejándose bautizar por Juan en el Jordán, instituye el bautismo cristiano. Este nuevo bautismo es un bautismo de purificación y conversión, pero, además, un bautismo de Espíritu, que consiste en nacer a una vida nueva: la vida del Espíritu y la vida de los hijos de Dios. En el misterio de su propio bautismo Jesús estableció una relación muy estrecha entre la inmersión en el agua y el descenso del Espíritu, de tal modo que esta inmersión se convierte en el signo sacramental del don del Espíritu. En el bautismo de Jesús el Espíritu no viene del agua, sino del cielo que se abre. En cambio, en el bautismo cristiano existe una relación muy estrecha entre el agua y el Espíritu. Eso no quiere decir que la fuerza de santificación del Espíritu esté contenida en el agua, sino que es la voluntad de Cristo quien ha establecido esta relación entre agua y Espíritu. Por su propio Bautismo Jesús ha hecho del viejo rito bautismal el sacramento de la venida del Espíritu. Desde entonces, cada vez que alguien es bautizado «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», el cielo se abre y el Espíritu desciende sobre ese nuevo hijo de Dios, y la voz del Padre se dirige a él diciéndole: «Tú eres mi hijo» 

Fray Manuel Ángel Martinez Juan
Convento de San Esteban (Salamanca).

www.dominicos.org/predicacion

Orígenes de la fiesta

Desde el siglo IV en la fiesta de la Epifanía, además de conmemorar la adoración de los magos de Oriente, se hacía también memoria del bautismo de Jesús en el Jordán, junto con la manifestación del Espíritu y del Padre, y de las bodas de Caná, donde por primera vez Cristo manifestó su gloria (Jn 2, 11).

Poco a poco los cristianos sintieron la necesidad de separar esos misterios y celebrarlos en una fiesta aparte. A finales del siglo VIII se comenzó a conmemorar el bautismo de Jesús ocho días después de la fiesta de la Epifanía, es decir, el 13 de enero. Sin embargo el misal de san Pío V (1570) no le da el nombre de «Bautismo del Señor», y propone para el 13 de enero una misa de la «Octava de la Epifanía», en la que el evangelio que se lee es el de Jn 1, 29-34, en el que, a diferencia de la narración que hacen los tres primeros evangelios, no se contiene el relato completo del bautismo ni se menciona la voz que se hace oír desde el cielo. Las antífonas de esta misa tampoco hacen mención del bautismo. Hasta el siglo XVIII no recibió de nuevo el nombre de «Bautismo del Señor» ni contó con formularios propios. El misal del concilio Vaticano II propone esta fiesta para el domingo posterior a la fiesta de Epifanía tal y como la celebramos hoy.

Fiesta del Santo Niño de Atocha

El sábado 16 de enero se celebrará, la fiesta del Santo Niño de Atocha en las Eucaristías del sábado a las 11 de la mañana y de manera especial en la Eucaristía de ese día a las 20h, que será presidida por el prior de la comunidad.

Después de esta Eucaristía se repartirán los dulces bendecidos del Santo Niño.

Más información sobre esta devoción:

https://www.basilicadeatocha.es/arte-y-culto/nino-de-atocha/