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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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Jesucristo, Rey del Universo

18 de noviembre de 2022

 

“A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el mesías de Dios, el elegido” .

SALMO RESPONSORIAL:

VAMOS ALEGRES A LA CASA DEL SEÑOR

 

Comentario a la Palabra

La liturgia de hoy nos propone un contraste de tradiciones acerca del Mesías que había de venir al final de los tiempos, según la prefiguración judía.

La primera lectura nos presenta la base de esa tradición, que es la del mesianismo dinástico davídico: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de mí; tu trono será establecido para siempre.” (2Sam 7,16). Esta concepción del mesianismo, de corte político, siempre estuvo presente en la compresión judía, pero los avatares históricos del pueblo de Israel hicieron que tuviera que revisarse, y de hecho, esta tradición fue rechazada por muchos pensadores judíos, entre ellos, Jesús y, con él, el cristianismo (véase Jn 6,15, donde Jesús escapa de aquellos que quieren hacerle rey porque los ha alimentado).

Este cuestionamiento nos permite introducir otra tradición mesiánica diferente, a saber, la que vincula al Mesías con el Siervo Sufriente de Isaías, tradición que el cristianismo primitivo toma del judaísmo y que se hace patente a lo largo de los Evangelios, especialmente en los relatos de Pasión, desde Marcos (donde el Mesías no se revela hasta su muerte en cruz) hasta Juan, que en 18,33ss, donde a la pregunta de Pilato “Entonces, ¿tú eres rey?”, Jesús responde: mi reino no es de este mundo”; y pasando, por supuesto, por Mateo, que en 20,25ss nos dice: “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen. No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera ser grande, sea servidor suyo y el que quiera ser primero, sea esclavo suyo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”; y sin olvidar a Lucas, que hace de su evangelio, no un viaje triunfal a Jerusalén, sino un camino de pasión hacia la muerte.

La lectura de hoy de este evangelio de Lucas plantea claramente todos estos aspectos: el rechazo del mesianismo triunfalista (“a otros ha salvado; que se salve a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido”); la aceptación del mesianismo del Siervo sufriente, mostrándonos a Jesús, al Justo, en el suplicio; la aceptación de un reinado mesiánico que no se corresponde con este mundo: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. [...] Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”)

Esta alusión explicita del reino como el “paraíso”, nos evoca dos ideas. En primer lugar, nos evoca y alude a la escatología, al final de los tiempos, que inaugura Jesús, en cuanto aquel Mesías esperado al final de los tiempos para traer su reino; en efecto, el cristianismo interpretará como inauguración de los nuevos tiempos la muerte del Justo: al principio, de forma inminente, posteriormente, lo hará como espera de la segunda venida de Jesús como Rey y Señor, como Juez de la Creación. (En este sentido, se abre el periodo de Adviento).

Siguiendo, esta línea, la segunda evocación, estrechamente unida a la anterior, es la de la Nueva Creación: todas las cosas son recreadas en Jesucristo (Cf. 2Cor 5,17) y llevadas a su plenitud. Es, pues, un nuevo Génesis que completa el día séptimo de la creación (Ev Jn).

Esta recreación, este nuevo Génesis “en plenitud”, es, precisamente, interpretado por la Carta a los Colosenses, la segunda lectura de hoy, como reconciliación de Dios con su Creación, esto es, con todos los seres, los del cielo y los de la tierra “haciendo la paz por la sangre de su Cruz” (planteamiento que solo puede entenderse de la perspectiva mesiánica del Siervo sufriente). En esto consiste, en la escuela paulina, el mesianismo de Jesucristo: en su condición de Señor y Juez del Universo, de Rey que reina y juzga desde su cruz.

Fray Ángel Romo Fraile OP
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)

www.dominicos.org/predicacion

 

Amantes anónimos (Santos de hoy)

El mundo está lleno, aunque no lo parezca, de gente, cuyo nombre casi nadie sabe, que va sembrando el bien por donde pasa. Gentes anónimas que no ocupan portadas, ni salen en los telediarios, ni se asoman a la red, pero no dejan de hacer el bien, aunque no venga al caso.

Gentes, incluso, que no profesan una religión, o la profesan de puntillas, que siempre tienen una sonrisa y una palabra amable para quien se acerca a ellas. El mundo está lleno de gente maravillosa y saludable que hace que la sociedad avance y nos sintamos orgullosos de ser humanos. Que no es fácil con la que está cayendo.

Pero ahí están incasables, cada día y cada instante, poniendo una nota de humanidad en todo lo que ven. Ahí están redimiéndonos a todos de tanta intriga, de tanta mentira, de tanta superficialidad como nos araña cuando menos lo esperamos.

Nos los encontramos en las escaleras, en el paso de cebra, en el mostrador del bar, en el metro y el autobús... y todos los conocemos.

Cuando todo parece condenado a ser vulgar, esta gente anónima, que tiene nombre, nos abruma con un torrente de bondad y de gratuidad que nos deja descolocados, y gracias a ellos podemos aguantar el tirón y levantarnos con ánimo renovado todos los días. Podríamos reivindicar el Nobel de la bondad para ellos.

Por suerte, el bien existe y la bondad nos abraza por todas partes. No dejo de preguntarme qué sería de nosotros si estos anónimos amantes de la humanidad desaparecieran de repente.

Es sólo una pregunta. Y no son molinos, son gigantes.