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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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XXXII Domingo TO 2021

4 de noviembre de 2021

 

Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir»


SALMO RESPONSORIAL:
ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Comentario a la Palabra

El evangelio de este domingo muestra el relato de un testimonio que nos presenta una de las experiencias más sublimes de la fe, solo accesible a través de la mediación de un testigo y el descubrimiento de éste por la mirada de un observador atento.

La testigo, una mujer viuda que con su testimonio evidencia la profundidad de algo para lo cual la mera razón no alcanza, porque testimoniar en este ámbito de la fe, no es algo que se exprese ni se construya con conceptos; no se trata de una confesión pública ni de una postulación, tampoco es una evidencia ni una demostración de ninguna verdad accesible por la mente. El testimonio tiene una consistencia propia y va más allá de las expresiones de cualquier diálogo. Es una forma reveladora. Revela un mensaje trascendente y está revestido de autoridad propia. Si se insertara en un diálogo o si el testigo tuviera la voluntad tácita de testimoniar y demostrar algo, se banalizaría y con ello, se invalidaría el testimonio. El testimonio necesita un testigo y un oyente del testimonio.

Jesús observa la acción de esa mujer que se acerca a depositar su ofrenda. A continuación, convoca a sus discípulos y les relata el testimonio de aquella viuda sencilla y marginal para todos los grupos presentes, y de su desprendida generosidad: descubre en ella un gesto que revela su profundo amor y cómo toda su confianza está puesta en Dios. De aspecto muy sencillo, sola e invisible en aquel contexto que poco repara en una mujer, y menos en su situación, no trata de decirle nada a nadie, pero la mirada atenta de Jesús la descubre, e inmediatamente ve en ella la forma que tiene de vivir la presencia de Dios en su vida. Es por lo que llama a sus discípulos y les advierte de ese testimonio, para que también ellos aprendan a saber mirar en lo sencillo, sin dejarse tomar por las maravillosas formas del Templo, ni por el exhibicionismo de los donantes en el Tesoro, ni tampoco por las excentricidades impositivas de algunos de sus funcionarios. El verdadero testimonio comienza cuando quien observa descubre que el testigo está testimoniando, revelando algo que no se puede comunicar con otra forma de lenguaje. Jesús vio un testimonio en lo que hacía aquella mujer porque en esa acción descubrió su lealtad para con Dios y una forma de bondad, de libertad y de generosidad que solo podían provenir del amor al y del Padre. Ella, fue una testigo para Jesús.

La convicción y la fe de esta mujer, ofrece un marcado contraste con los personajes que aparecen en la primera parte del relato y a los que hace referencia Jesús en su enseñanza a la gente. Los letrados, eran los intérpretes de la Ley, aquellos que “sabían” y tenían que decirle al pueblo cuál era la voluntad de Dios. Convencidos de su superioridad, mantenían una posición distante, reduciendo al pueblo a la sumisión y haciendo de la dependencia de su magisterio la garantía de su sometimiento. Hacían ostentación de su piedad a Dios pronunciando en público largas oraciones, pero estas, según el relato de Marcos, lejos de ser un testimonio de la presencia de Dios en sus vidas, constituían un medio para extraer de las personas más vulnerables sus escasos recursos.

Con esto se enfrenta Jesús. Esto es lo que significa “sentarse enfrente del cepillo del Templo”. Esta mirada desde enfrente es la que Jesús trata de enseñar a sus discípulos, que salgan de esa realidad a ras de tierra y, con una mirada más alta sepan ver los testimonios que aparecen en la vida; que no se dejen tomar por la mentalidad y la visión de los letrados, que entiendan la paradoja: lo que tiene menos valor es lo más valioso. Jesús no invita a los discípulos a seguir el ejemplo de la viuda, ella es el paradigma, el prototipo del Israel fiel, no el del seguidor de Jesús. De la viuda pueden aprender la fidelidad, la bondad y la lealtad a aquello que cree y vive. Pero lo que quiere es que sepan mirar donde está el Israel que vale a los ojos de Dios y que sepan descubrir la perversión y la maldad del sistema. Ellos que aparecen en el relato cuando Jesús ya ha visto el testimonio de la mujer viuda, son convocados por él después del hecho. No fueron al Templo con Jesús y surgen en la escena sin salir de ninguno de los encuentros de Jesús con los dirigentes, sugiriendo el evangelista que ya estaban allí; es decir, es una forma figurada de dar a entender que su presencia es “permanente”, que todavía comparten la mentalidad del Templo. El contraste entre las dos escenas y, en especial, el testimonio de aquella mujer es una invitación a poner la vida en manos de Dios. Jesús da a entender que lo central no es el templo ni lo que se hace él, sino la actitud y la libertad con la que uno se relaciona con Dios


Fray José Ramón López de la Osa González
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)
www.dominicos.org/predicacion


Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo


Queridos hermanos y hermanas: ayudar a que la Iglesia pueda cumplir su misión, es lo que os pido un año más "Somos lo que tú nos ayudas a ser". El pasado mes de octubre iniciamos la prepara-ción del XVI Sínodo de los Obispos, que lleva por título Por una Iglesia sinodal: comunión, parti-cipación y misión. Os invito a protagonizar y a trabajar el camino de la sinodalidad en la vida de la Iglesia, que pasa por caminar unidos, laicos, vida consagrada y pastores, junto al sucesor de Pedro. Participar todos juntos en un mismo pro-yecto, en una misma misión. Como nos recuerda el apóstol Pablo, «lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es Cristo» (1 Cor 12,12), y así debe caminar la Iglesia. El Día de la Iglesia Diocesana es la fiesta de la comunión de to-dos los fieles de la diócesis, en torno a su obispo, en una misión común. Somos res-ponsables de que el proyecto de Dios en la Diócesis de Madrid se conozca, se anun-cie y se cuide. Nuestra participación realizada en la medida de nuestras posibilidades es indispensable.

Cualquier aportación, personal o económica, por pequeña que sea, enriquece a la Iglesia, genera un dinamismo que, con la fuerza del Espíritu Santo, la hace multipli-carse. Es el espíritu de la parábola del grano de mostaza (Mt 13, 31-33): el reino de Dios crece silenciosamente, de manera oculta, pero con un crecimiento exponencial solo a partir de nuestras pequeñas aportaciones. Dios quiere que su proyecto del reino dependa también de nosotros, y lo pone en nuestras manos.
Esta Jornada quisiera que la vieseis como una invitación a la reflexión, a preguntar-nos: ¿Qué hago yo por mi Iglesia?, ¿Tengo un compromiso con mi parroquia, con mi comunidad, con la Iglesia?, ¿Solamente acudo a la parroquia de visita, de paso? El seguimiento a Jesús debe ser generoso, apasionado. Entreguémonos a priorizar los valores del reino frente a los valores de este mundo, o sucederá como al grano de la parábola del sembrador, que caerá entre zarzas y éstas terminarán por ahogarlo (Mt 13, 7).

Pidamos al Señor la gracia de sentirnos miembros de la Iglesia, de sentirnos de los suyos, seguidores de las huellas de Cristo y acogedores de su gracia y su amor. Pida-mos que la Iglesia sea una institución viva, apasionada por Jesús, comprometida con los que más necesitan, generosa, que sea un hogar para todos los hombres.

Os invito a entregar vuestro donativo para sostener las necesidades de la diócesis. Son necesidades para las que necesitamos recursos. Desde la diócesis se ayuda al sostenimiento del seminario y de la Universidad San Dámaso, a la construcción de nuevos templos, al mantenimiento y la rehabilitación de los antiguos, al sostenimien-to de capellanes de prisiones, centros de menores y residencias, y a un largo etcétera de iniciativas y actividades.
Muchas gracias por vuestra ayuda, sé que sois conscien-tes de estas necesidades, como también sé de vuestra generosidad.
Con gran afecto os bendice