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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Documento


XXVIII DOmingo TO 2021

9 de octubre de 2021

 

«¿Jesús se le quedó mirando con cariño
y le dijo:
–Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo–, y luego sígueme».

Salmo responsorial:

Sácianos de tu misericordia, Señor,
y estaremos alegres

 Comentario a la Palabra

¿El objetivo prioritario de la fe cristiana es hacer buena a la gente? No lo es. Pueden ser buenas personas tanto los creyentes de cualquier religión como los que no profesan ninguna.

El evangelio proclamado este domingo nos acaba de señalar la novedad de la fe cristiana. La fe es una experiencia personal, encuentro y seguimiento de Jesús en quien el discípulo deposita toda su confianza. No es suficiente ser bueno para ser cristiano. Jesús invita a ir más allá de la bondad. Invita a una relación de amistad con El. Amistad que se va profundizando a lo largo de la vida y que ofrece criterios para cultivar tanto la relación filial con Dios como la relación fraternal y solidaria con los demás seres humanos. En esta impactante escena, tanto el “joven” rico  como Jesús han pasado de la alegría a la decepción. El joven por sentirse incapaz de abandonar sus seguridades y Jesús por haber recibido una vez más, una respuesta negativa por parte del joven que representa esa parte enorme de la humanidad de ayer y de hoy que sigue confiando su futuro y su felicidad a las riquezas, al tener y poseer. “¡Qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!”.

No es de extrañar la reacción de los apóstoles. También nosotros hoy pensamos que sin dinero o seguridades, no podemos hacer demasiado. Pero Jesús estaba interesado en enseñar que la salvación, la felicidad, el futuro del hombre, no está garantizado sólo por la economía, las posesiones o las riquezas. Todo eso tiene su sentido cuando se distribuyen equitativamente. Jesús no condena la riqueza ni al rico, sino la acumulación de las mismas en manos de unos pocos. Entre cristianos esa acumulación desproporcionada es un grave pecado. El tesoro en el cielo se adquiere con la generosidad, la solidaridad, la justicia. Compartir con los empobrecidos es compartir con el mismo Dios.  Jesús hizo reflexionar al joven rico, quien cayó en la cuenta sobre en quién había puesto su confianza y comprometido su futuro y felicidad: en acumular dinero. ¿En qué la ponemos nosotros? Jesús le proponía un horizonte nuevo: entrar en el plan de Dios, asumir la libertad de los hijos de Dios, una libertad de espíritu que no se deja comprar por nada, y se encarna en la fraternidad que nos hace a cada cual corresponsables de la felicidad de los otros.

En la estela del magisterio del último concilio, la Iglesia y todos nosotros somos invitados a hacer nuestra esta actitud de diálogo entre Jesús y el joven rico. Jesús asumió los anhelos de aquel hombre, su euforia inicial y también su cerrazón.  Como parte de la Iglesia, nuestra comunidad cristiana también asume los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los empobrecidos, los vulnerables y de cuantos sufren todavía las consecuencias de la pandemia. Porque nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro corazón. Al corazón de cada uno de nosotros se dirigen las palabras de Cristo, para que cada cual responda: “Vende lo que tienes, y luego sígueme”. A quien tome en serio estas palabras, le digo por propia experiencia, que también comprobará cómo se cumple la promesa del Señor: “Os aseguro que quien deja casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más  casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura vida eterna”..

Fray Xabier Gómez García O.P.

Convento de Santo Tomás de Aquino "Olivar" (Madrid) 

www.dominicos.org/predicacion

 Para comenzar un curso sereno

Pasado ya el verano, y después de celebrar la fiesta de nuestra patrona, os animamos a comenzar el curso con unas pautas que esperamos os ayuden a ello:

  1. Sólo por hoy tratare de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
  2. Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
  3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
  4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adaptan a mis deseos.
  5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
  6. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
  7. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se enteré.
  8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
  9. Sólo por hoy creeré firmemente aunque las circunstancias demuestren lo contrario que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.
  10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

San Juan XXIII