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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Documento


XIII Domingo de T.O.

27 de junio de 2020

 

XIII DOMINGO TO. Ciclo A
28 de junio de 2020

 

«El que encuentre su vida
la perderá,

y el que pierda su vida por mí,
la encontrará».

 Salmo responsorial:
Cantaré eternamente las misericordias del Señor

Comentario a la Palabra

Cuáles eran las fidelidades en conflicto de las que habla Mateo?

¿A quién se enfrentaba Jesús para exigir a sus seguidores una fidelidad tal que podía llevarlos incluso a la ruptura con la propia familia, sabiendo que la tenían una importancia suma para la vida y para la seguridad del individuo? Jesús había roto con su propia familia por el mismo motivo y pide la misma actitud a sus seguidores. Es el conflicto entre la fidelidad al reino de Roma y a las élites sacerdotales, que interpretaban al Dios de Israel según sus propios intereses, y la fidelidad al Reino de Dios, que Jesús vivía en sus propias carnes y que era el que predicaba. Las familias de aquel tiempo, como ahora, preferían fidelidad al orden social establecido, aunque les fuera totalmente adverso, opresivo y empobrecedor, que rebelarse y trabajar por un cambio a otro modo de organizar la vida. De ahí que Jesús exhortara a sus discípulos a que le profesaran una lealtad por encima de cualquier otra lealtad.

Los discípulos itinerantes y la pobreza. La mística de la pobreza

La itinerancia, la pobreza y la indefensión fueron los rasgos constitutivos de los discípulos que formaron la primera Iglesia con Jesús, porque se ajustaban a la conducta del Maestro y a su predicación. Parece que vivir el evangelio hoy obliga a toda la Iglesia-institución, a todos sus miembros y ministros, a dar pequeños pasos, pero firmes y activos, en dirección a una mayor pobreza y renuncia al poder.  La realidad de las Iglesias ricas no tiene ninguna legitimidad evangélica. El evangelio no nos invita a una sociedad de la pobreza, sino una sociedad de la justicia.

Los problemas que suscita la fidelidad a Jesús y a su mensaje: la cruz

El amor de Dios a los desfavorecidos, tal como expresó con sus palabras y, sobre todo, con sus conductas Jesús tiene una dimensión política y provoca la resistencia de todos aquellos que defienden el poder y los privilegios. Los discípulos de Jesús cuya vida responde a este mensaje necesariamente tienen que desmarcarse e ir en contra de las estructuras de poder y de injusticia. Dejarán de ser personas gratas para esos poderosos. Cargar cada uno con su cruz no se refiere, en los evangelios, a un consejo útil para mejor sobrellevar la situación de los múltiples y variados sufrimientos que padecemos todos los humanos a lo largo de nuestra vida. En Mateo se alude específicamente a los sufrimientos que causa predicar el Reino de Dios, no a otros. La frase “toma tu cruz” evoca una imagen política de vergüenza, de humillación, de dolor, de rechazo social, de marginación y hasta de condena a la muerte.

Fidelidades en conflicto hoy

Hoy Mateo nos pondría en la misma disyuntiva que señaló entonces, porque también nosotros tenemos un conflicto de fidelidades a dos reinos: el de Dios y el de nuestra sociedad de la producción y del consumo. O somos fieles al mensaje de Jesús, condensado en las bienaventuranzas y en su práctica de acogida a pobres, enfermos, desamparados, emigrantes, hambrientos y marginados de toda clase, o bien optamos por la fidelidad al mundo en que vivimos, donde los valores económicos y los de tipo biopsíquico han convertido absolutamente todo en mercancía, y en el que unos pocos se están haciendo con las riquezas de nuestro planeta, mientras que una gran mayoría padece hambre, enfermedades… Si los que nos llamamos discípulos de Jesús, decimos que queremos dar testimonio de las bienaventuranzas con nuestras vidas, pero esto no produce la oposición de aquellos a los que ese mensaje perjudica en sus intereses, quizás sea porque nuestra implicación en el mensaje de Jesús es muy escasa o hasta nula.

 

San Pedro y San Pablo

Los santos Pedro y Pablo son las columnas de la Iglesia. Por caminos a veces paralelos y a veces divergentes, pero guiados por un mismo Espíritu, extendieron el Evangelio entre los judíos y entre los paganos. Los dos entregaron su vida por el Evangelio siendo martirizados en Roma.

 

Simón, llamado Pedro. Parece un hombre sencillo, de una pieza. Y, sin embargo, es de una complejidad inaferrable. No en vano tiene dos nombres: uno se lo dio su familia, allá en Betsaida; el otro lo recibió de Jesús. El primero venía de la tierra. El segundo se lo dio aquel que era la piedra angular cantada por los salmos (Mc 12, 10).

Simón es el prototipo del seguidor del Señor. Quizá por eso se nos muestra como un hombre continuamente sometido a la prueba. Su vida parece marcada por tres momentos importantes. La hora de la llamada. La hora de la pregunta. La hora de la huida y del retorno

La hora de la llamada. El relato de la vocación de Pedro parece concebido según un esquema de tres momentos. Un punto de partida: dejar las redes, la barca, la familia. Un punto de llegada: ser pescadores de hombres. Y una invitación que marca el camino: «venid conmigo».

Simón es pescador y Jesús lo llama a ser pescador de hombres. El Señor llama y pide conservar el talante y los talentos, pero con el fin de ponerlos al servicio de una nueva misión.

Saulo, llamado Pablo.

Saulo (Saúl) pertenecía a la tribu de Benjamín. Nació en Tarso de Cilicia en los primeros años de nuestra era. Sabemos que, siendo todavía «joven» presenció y aprobó la lapidación de Esteban, hacia el año 36, y que ya se consideraba anciano cuando escribía a Filemón desde Roma, entre los años en torno al año 60.

Su puesto es definitivo en la marcha de las primeras comunidades cristianas. Y su figura es gigantesca y polifacética, como persona y como creyente.

En cuanto persona admiramos la riqueza que le daba su pertenencia a tres culturas: era hebreo de raza y religión; conocía la lengua y el estilo de las ciudades helenistas y poseía la ciudadanía romana. Al asumir en Chipre el nombre de Paulo –Pablo–, aquel hombre levantaba acta de aquellas pertenencias.

En cuanto creyente, sabemos que fue un celoso judío, perteneciente al grupo de los fariseos, y que, una vez convertido, habría de ser un apasionado seguidor del Mesías Jesús.

José -Román Flecha Andrés  (Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.