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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

Documento


Jesucristo, Rey del Universo

20 de noviembre de 2020

 

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel
y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá: “En verdad os digo: lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”

 Salmo responsorial:
El Señor es mi pastor, nada me falta

Comentario a la Palabra

Sin lugar a dudas, una de las cuestiones más arduas que se plantea la teología es la cuestión de la teodicea, esto es, el tratar de conciliar la idea de Dios con la perenne presencia del mal y el dolor en la creación, que como dice San Pablo en Romanos, “gime, como con dolores de parto”. Para algún teólogo, esta tarea, tanto desde una perspectiva más teísta como desde una perspectiva más racionalista, se torna un imposible, afectando negativamente a la fe en Dios, que queda cuestionado e injustificado. Pero, inmediatamente, este cuestionamiento de Dios, que deja impasible a la experiencia del mal y el dolor, se metaboliza en una antropodicea, esto es, ahora a quien toca responder y justificarse es al hombre. En este sentido, Nieztsche declara la muerte de Dios y exalta al hombre como ser fuerte y dominante ante la adversidad: el hombre se salva a sí mismo. A pesar de todo, al igual que ocurre con la teodicea, la antropodicea alcanza absurdos y callejones sin salida pues, al final, la experiencia del mal y el dolor permanece y el hombre no se puede salvar a sí mismo, cuanto menos pensando en el supremo mal de la muerte. En vista de todo lo cual, sólo restaría, pues, quedarnos en un pensamiento paradójico. Pero merece tener en cuenta que “paradójico”, no significa “sin sentido”. Así, el pensamiento cristiano primitivo, la teología de los grandes concilios, resultó necesariamente paradójico, precisamente para que no perdiéramos el sentido ante los dilemas teológicos. Las afirmaciones cristológicas de Nicea y Calcedonia no evitan la paradoja y, sin embargo, son fuente de sentido, y en particular para nuestro caso: Jesucristo, Dios y hombre, dos naturalezas en una sola persona, sin división ni confusión es un lenguaje, sin duda, paradójico, pero que afirma el sentido soteriológico (de salvación) que ni la teodicea ni la antropodicea pueden racionalizar ni menos ofrecer más allá de lo especulativo.

¿Quién es, pues, Jesucristo? La liturgia de hoy, en sus lecturas, nos presenta, a modo de respuesta, tres epítetos que califican y definen a Jesucristo, a saber, pastor, juez y rey.

Como pastor. ¿Quién sino un verdadero hombre, que ha transitado los caminos de este mundo con sus propios pies, que ha experimentado el itinerario del caminar humano en la tierra, que ha sufrido los rigores del clima, las piedras del camino, que ha conocido la sed del caminante, puede guiar a otros hombres por las vías que configuran la vida del hombre? Pero, ¿quién sino un verdadero Dios puede no sólo conocer y orientar sino ser el mismo camino que lleva a la Vida?

Como juez. ¿Quién sino un verdadero hombre, que ha experimentado en su ser, en su carne, el dolor y el sufrimiento de la carne, que ha vivido el mal como existencial, que ha sido tentado en su misma realidad, puede juzgar la existencia de un hombre? Pero, ¿quién sino un verdadero Dios, que conoce el espíritu de cada uno, puede dictar sentencia? Y ¿Quién sino un verdadero Dios puede juzgar y sentenciar al mal mismo y a la muerte misma? Y ¿quién sino un verdadero Dios puede salvar?

Como rey. ¿Quién sino un verdadero hombre, que sabe que ha de morir, que se sitúa en la ultimidad de sus posibilidades, que mira a su horizonte y se encuentra con la muerte, que él mismo se coloca el primero ante el enemigo, puede llevar animosamente a sus hombres a la batalla entre el bien y el mal, que no es sino la definitiva batalla del hombre, la de la vida frente a la muerte? Pero ¿quién sino un verdadero Dios, el Dios del Bien, el Dios de la Vida, puede asegurar la victoria frente al mal y la muerte


Ángel Romo Fraile, O.P.
Convento de Sto. Tomás de Aquino (Sevilla)

www.dominicos.org/predicacion

 

Fin del año litúrgico

Celebramos hoy la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, y finalizamos el año litúrgico. Este año, que ha estado “protagonizado” por la pandemia del COVID, que se ha llevado a tantos familiares, amigos, conocidos, que ha alterado nuestro ritmo de vida, nuestras relaciones con nuestros familiares y amigos, que ha hecho que cambiemos nuestra forma de trabajar, o, lo que es peor, que ha provocado que se hayan perdido tantos puestos de trabajo y tanta gente esté pasando verdadera necesidad, no puede hacernos perder de vista que Dios se va a hacer hombre una vez más en Navidad. Por eso  este año debemos vivir más intensamente el tiempo de Adviento que vamos a comenzar el domingo que viene para prepararnos para esa llegada. Adviento es tiempo de espera, pero sobre todo de esperanza. Para ello, se va a celebrar una

Oración de Adviento

El próximo sábado, día 28 de noviembre, a las 18:30 horas, celebraremos en la Basílica una oración que nos ayudará a prepararnos para la venida de Jesús.

Es una invitación para toda la Comunidad, pero recordamos que tenemos limitación de aforo, por lo que aquellos que quieran la podrán seguir por el canal de YouTube de la parroquia:

https://www.youtube.com/c/BasílicaNtraSradeAtocha

 Emisión de la Eucaristía por Internet

A partir de este domingo se va a retransmitir la Eucaristía dominical de las 11 de la mañana los domingos y fiestas de precepto, por el canal de YouTube de la Parroquia. Se puede ver a través de la página web de la Parroquia, en el apartado de Directos:

https://www.basilicadeatocha.es/celebracion/celebraciones-online/directo/

o directamente a través del canal de YouTube, en la dirección:

https://www.youtube.com/c/BasílicaNtraSradeAtocha.

De este modo acercaremos la Eucaristía a todas aquellas personas que no pueden acercarse a la Parroquia, que podrán disfrutar tanto de la Eucaristía como de la presencia de la Virgen en sus casas.