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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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III Domingo Pascua 2023

23 de abril de 2023

 

Dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 

 

SALMO RESPONSORIAL: 

SEÑOR, ME ENSEÑARÁS EL CAMINO DE LA VIDA 

 

Comentario a la Palabra

Iban a un pequeño pueblo llamado Emaús (Lc 24,13) 

Todo lo acontecido en la Pasión y en la Cruz, ha desbordado el corazón de Cleofás y del otro discípulo, así como ha desbordado el corazón de los Once. Los discípulos-peregrinos de Emaús necesitan hacer dos caminos: uno geográfico: van de Jerusalén a Emaús (cf. Lc 24, 13); y otro interior: haciendo memoria de lo vivido en el corazón (cf. Lc 24,19-21). 

Volver a Emaús significa para ellos tomar la decisión de dejar el camino de seguimiento de Jesús, la vida discipular y el anuncio del Reino. Sería como un volver atrás, un volver a lo conocido antes del encuentro con Aquel que revelaba a los no amados, el amor incondicional del Padre. 

Cleofás y el otro discípulo avanzan en el camino hacia Emaús haciendo memoria de todo lo vivido junto a Jesús: sus palabras, sus gestos, su oración, su cercanía, sus encuentros significativos con una humanidad doliente… Pero también hacen memoria “sobre lo que había ocurrido”: la traición, el arresto, el juicio injusto, la condena, la pasión y la muerte en la cruz. 

Emaús es una invitación a pensar en todas aquellas situaciones (personales/comunitarias) que hacen tambalear nuestras estructuras más profundas, aquellas en las que hemos puesto nuestras seguridades y aquellas que dan sentido a nuestros compromisos. Pero también, es el camino en el que evangelizan nuestras motivaciones reales para el seguimiento de Cristo. En Emaús, vuelve a resonar en el corazón la voz de una promesa: “ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn 16,22). 

 

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos (Lc 24,15) 

Un corazón herido, unas expectativas defraudadas, y un “semblante triste” (Lc 24,16), manifiestan los sentimientos que acompañan el camino que hacen Cleofás y el otro discípulo. El problema no está en los ideales ni en las ilusiones ni en los proyectos misioneros, sino donde está afianzado el seguimiento de Jesús: en ideales inalcanzables, en el activismo o en una experiencia de encuentro y amistad con Él. 

Para Cleofás, para el otro discípulo, y para nosotros, Emaús es el paso del camino ideal por el cual queremos seguir a Jesús, al camino real donde Jesús nos invita a transitar; ese camino real donde la Cruz nos ayuda a dimensionar las verdaderas motivaciones de nuestro seguimiento discipular-misionero. 

Como tantas otras veces, Jesús se acerca al dolor humano y a la desesperanza. Él se hace compañero de camino, con sensibilidad, respeto y misericordia. Jesús se acerca, acompaña, escucha, pero no reemplaza a los discípulos en su proceso. Su escucha compasiva es capaz de ablandar la dureza del entendimiento y del corazón, para ayudarlo a transitar por el camino de la Palabra. 

Acompañados por el Resucitado, cada paso del camino ayuda a poner palabras y nombres a los sentimientos, a las heridas, a las frustraciones. Sólo cuando se abre el corazón herido al Resucitado, estas realidades comienzan a sanar y se convierten en fuentes de conversión, sanación y testimonio. 

 

…les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él (Lc 24,27) 

Emaús es el camino de reencuentro con Jesús en el misterio de su Pascua, de su Palabra y de la fracción del pan. Para Cleofás y para el otro discípulo, se trata de un volver a experimentar el llamado de Jesús al seguimiento para anunciar el Evangelio. 

Jesús interpreta la Palabra, la inteligencia y el corazón de los discípulos se desbordan: la inteligencia por la verdad y el corazón por el amor. Sólo entonces comienzan a comprender las exigencias del seguimiento: no se trata de retener a Jesús con ellos, tampoco de negar el dolor de la Cruz, sino a ser testigos de su Palabra en medio de un mundo crucificado por la inhumanidad y la desesperanza. 

Para estos tiempos sinodales, el camino de Emaús, es el ícono de un camino de gracia: en él encontramos algunas luces para desinstalar aquellos esquemas (personales e institucionales) que nos llevan a la autorreferencialidad o al hermetismo: la escucha, el diálogo y el discernimiento. 

Para aprender a caminar juntos, será esencial y significativo renovar (personal e institucionalmente) el “encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él”, como decía el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (cf. número 3). Todo encuentro con el Resucitado nos invita a aprender a detenernos para recalcular la senda. Como los peregrinos de Emaús, nos sentamos a la mesa para la fracción del pan, pero no para instalarnos en ella. El pan partido y compartido nos invita a reconocer a Jesús y a ponernos en camino para compartir la alegría del encuentro. 

Jesús está siempre dispuesto a caminar con nosotros, a interpretarnos las Escrituras y a partir el pan: 

¿Cómo fue mi “camino de Emaús” personal? 

¿En qué momentos de mi vida sentí a Jesús como compañero de camino? 

¿Qué significa para mi “caminar con otros”?  

Fr. Rubén Omar Lucero Bidondo OP

Convento de San José (Buenos Aires ) 

www.dominicos.org/predicacion

 

Discípulos de Emaús

Hoy hemos escuchado el relato de los discípulos de Emaús. 

¿No seremos los cristianos como ellos, que, sabiendo que ha resucitado, no somos capaces de reconocerle caminando a nuestro lado y sólo le reconocemos cuando parte el pan? Se nos ha dicho muchas veces que Él camina a nuestro lado, pero debemos estar atentos para saber reconocerle en el hermano que sufre, en el que está triste, en el que pasa hambre o no tiene donde vivir, en el que está alegre también –rasgo imprescindible en un cristiano-, etc., pero nuestra rutina diaria, nuestras preocupaciones, hacen que nos distraigamos. 

Jesús siempre sale a nuestro encuentro y camina a nuestro lado, nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirle, pero somos nosotros, y sólo nosotros, los que tenemos que tomar la decisión de decirle que SÍ, que queremos seguirle de manera incondicional. Debemos entonces hacer como los dis-cípulos de Emaús, volver y gritar que Cristo ha resucitado, que es el centro de nuestra vida. 

 

No pierdas vida...

Cada vez que te empeñas en tener la razón y en ser obstinado, pierdes un poco de vida; Cada vez que vives la vida de otros y no la tuya, pierdes un poco de vida; Cada vez que criticas y solo ves los errores de los demás, pierdes un poco de vida; Cada vez que no te dejas guiar por tu corazón y solo te empeñas en pasar por encima de los demás, pierdes un poco de vida; Cada vez que envidias a los demás y no te alegras por los triunfos ajenos, pierdes un poco de vida; cada vez que te llenas de negativismo y dudas de la presencia de Dios en tu vida… pierdes VIDA. Quien pierde la fe, no puede perder nada más. La vida no se pierde cuando dejas de respirar, sino cuando dejas de ser feliz. Vive y ten el firme propósito de ser FELIZ y no restar días a tu vida.