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Basílica - Parroquia
Nuestra Señora de Atocha

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III Domingo Cuaresma 2023

14 de marzo de 2023

 

Jesús le dijo:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna»
La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».

SALMO RESPONSORIAL:
OJALA EUCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR:
«NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN»

 

Comentario a la Palabra

La sed, motor de búsqueda
Es difícil para nuestro organismo soportar la sed durante mucho tiempo; enseguida procuramos ir por el agua que nos la pueda apagar... Eso fue, justamente, lo que vivió el pueblo de Israel en el desierto y la mujer samaritana de Sicar: la sed les movió a buscar, a clamar, a ponerse en movimiento y «en camino». Es que la sed es símbolo de una experiencia humana muy radical: nos sentimos constitutivamente carentes, nos damos cuenta de que no somos completos ...sentimos «la falta de...» (y en el caso de millones de hermanos, la falta de los elementos básicos para vivir con dignidad...) Es verdad que esta experiencia puede encerrarnos en la frustración, la queja y el aislamiento. Por eso, es necesario que la carencia nos despierte el deseo, un anhelo de plenitud que se convierta en nuestro motor vital de búsqueda. ¡Bendita búsqueda que nos pone de cara a Dios y de cara a los demás para el encuentro! La cuaresma que estamos recorriendo es, entonces, como esa experiencia de desierto que nos ayuda a reconocer la sed y el deseo que nos atraviesan, y a reconocer a Dios como la Fuente que necesitamos y buscamos... Aunque, en verdad, cuando nosotros salimos en búsqueda de Dios... ¡siempre es Él quien nos sale al encuentro primero! Pues Él ya estaba buscándonos desde antes... como lo refleja este encuentro de Jesús y la Samaritana.

 

Un diálogo restaurador
El evangelio de hoy nos acerca el diálogo de Jesús con la mujer samaritana. Un diálogo paradigmático de nuestro «proceso de encuentro» con Jesús, un diálogo que nace motivado por la sed y que, al fin, culmina saciando esa sed porque guía pedagógicamente en el encuentro con el propio manantial. Así, a partir de la experiencia de la sed física y del agua, Jesús ayuda a la samaritana a tomar conciencia de su propia sed interior: de sentido, de plenitud, de libertad... Jesús, por una parte, la encamina hasta que ella puede asumir su situación vital: «no tengo marido» ... Por otro lado, palabras como «agua viva», «manantial de agua que salta hasta la vida eterna», la ayudan a abrirse, despertando en ella la esperanza tan arraigada en su pueblo: «cuando venga, el Mesías nos lo dirá todo». Es allí, cuando, desde la propia verdad y en la apertura del deseo, Jesús le revela su identidad: «Yo soy, el que habla contigo». «Yo soy», en la Biblia, refiere al nombre de Dios; así, desde esta frase, podemos aventurarnos a reconocer a Jesús mismo como el «diálogo personal» que Dios establece con cada uno de nosotros, ya que Él mismo se autodefine que «el que habla contigo» ... Así pues, ¿cómo no reconocer que nuestra existencia misma es un diálogo con Dios y que solo en ese diálogo somos «nosotros mismos»? Sólo en diálogo con Dios somos lo que estamos llamados a ser, sólo «de cara a Él» somos restaurados en nuestra propia identidad... Pues, la palabra de Jesús –y Él mismo como Palabra– tiene la virtud de encender y despertar en nosotros el amor («Verbum spirans amorem», le llamaba Tomás de Aquino) y, de este modo, sacia nuestra sed, porque nos descubre el manantial que somos, el surtidor que llevamos dentro: el Amor de Dios, derramado en nuestros corazones.

 

Un Manantial de Amor en nuestros corazones
El diálogo restaurador nos pone, entonces, de cara a nosotros mismos y al Don de Dios, ese «don de Dios» que Jesús invitaba a conocer a la Samaritana y que, según el Apóstol, es el Amor de Dios «que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5). Ya decía san Agustín que el amor es la fuerza que nos mueve a actuar (cf. Confesiones XIII, 9, 10), y por eso, Dios, que quiere nuestra libertad, nos hace verdaderamente libres ayudándonos a vivir desde su Amor, desde su Espíritu. Pues, si no vivimos desde esa Fuente, conectados a ese Manantial de Amor que nos habita, seremos arrastrados, por la necesidad de nuestra sed, hacia pozos secos o aljibes de aguas enfermizas. «Dame de beber» le pedía Jesús a la Samaritana y también hoy nos lo piden nuestros contemporáneos en sus gritos sordos y en sus múltiples necesidades, desde las más elementales, como la ropa, comida, vida digna y justicia..., hasta las más radicales como la paz, el sentido y la felicidad... ¿Cómo ayudar a saciar tanta sed que hay a nuestro alrededor? ¿Cómo conectarnos con el manantial que en nuestro interior salta hasta la vida eterna para llevar esa frescura a nuestro mundo sediento? ¿Cómo ahondar en ese diálogo restaurador de nuestra identidad y así, con Jesús, ser «palabra viva» que despierta el amor y la libertad a nuestro alrededor?
Finalmente, para completar esta predicación te invito a escuchar y ver esta composición propia: «Como la Samaritana»:
https://youtu.be/4rj2fjlGWGo

Fray Germán Pravia OP
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo, Uruguay)

www.dominicos.org/predicacion

 

Símbolos de la Cuaresma: El Agua

Encuentro junto al pozo de Jacob. Jesús y la Sa- maritana se encuentran junto a un pozo muy significativo, herencia del patriarca Jacob, con muchos significados:

a) El agua como fuente de vida. Dice Isaías: “Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación” (Is 12, 3). La imagen del agua, a la que acuden con tanta frecuencia los profetas, tiene probablemente mucho que ver, no sólo con la natural experiencia de todo ser humano, sino de manera muy concreta con la experiencia del pueblo en el desierto cuando, sediento y desesperado, se rebela contra Dios. Pero éste, por medio de Moisés, saca de la roca agua abundante y cristalina, agua que facilita la vida.

b) El agua como símbolo de sabiduría: Del agua como fuente de vida física, los israelíes pasan pronto a hacer la experiencia de la Palabra de Dios como el “agua” que facilita la vida humana en sus dimensiones más profundas. El libro del Eclesiástico afirma que la Ley del Señor “rebosa sabiduría como el Pisón, como el Tigris en la estación de los frutos; está llena de inteligencia como el Éufrates, como el Jordán en el tiempo de la siega; va repleta de disciplina como el Nilo, como el Guijón en los días de la vendimia” (Eclo 24, 23-25).

c) Jesús pide agua y ofrece el “don de Dios”. Desde la experiencia de la sed física y de la importancia del agua para la vida, Jesús invita a la samaritana a conectar con otra sed más profunda, que seguramente ella también siente, como todos nosotros; una sed de sentido, de amor definitivo, de trascendencia; una sed, que sólo puede saciarse en Dios mismo, fuente de donde brota toda vida. Para encontrar a Dios es imprescindible tener sed, experimentar la insatisfacción de las aguas comunes que tomamos, de las filosofías, pensamientos, oportunidades, amores, que se nos ofrecen en la vida. A la sed profunda responde Jesús con el don de su Palabra iluminadora, que conduce hacia el conocimiento del Padre; el don de su Espíritu que purifica, alienta y fortalece; el don de una presencia que es amor perdonador, renovador, misericordioso, sin condiciones.

¿Tienes sed de sentido, de amor verdadero, de transcendencia? Dialoga desde tu corazón con Jesús y encontrarás el agua del Espíritu que satisface tu sed.

P. Antonio Villarino Bogotá

 

Operación Kilo

El próximo domingo, día 19, tercer domingo de mes, se realizará la Operación Kilo. En este tiempo en el que estamos sufriendo el efecto de la crisis económica, es importante apoyar y ayudar a aquellas familias más desfavorecidas. Seamos generosos como lo somos siempre. Se recogerán kilos en todas las eucaristías dominicales. Muchísimas gracias.